La cremación o incineración es la práctica de deshacer un cuerpo humano muerto, quemándolo, lo que frecuentemente se lleva a cabo en un lugar denominado crematorio. Junto con el entierro, la cremación es una alternativa cada vez más popular para la disposición final de un cadáver.
La costumbre llegó a ser dominante a través de la Edad del Bronce con la cultura de los campos de urnas (1300 a. C.). Homero acota sobre los funerales de Patroclo, describiendo su cremación y su posterior inhumación en un túmulo similar a los de la cultura de los campos de urnas, siendo calificada como la más temprana descripción de los ritos de cremación.
El cristianismo reprobó la cremación influido por los principios del judaísmo, y en un intento de abolir los rituales paganos grecorromanos.
La Enciclopedia Católica criticó estos esfuerzos, refiriéndose a ellos como “movimiento siniestro” y asociándolo con la Masonería aunque dijera que “en la práctica de la
cremación no hay nada directamente opuesto a cualquier dogma de la Iglesia”.
En 1963 el papa Pablo VI, levantó la prohibición de la cremación, y en 1966 permitió a los sacerdotes católicos la posibilidad de oficiar en ceremonias de cremación.
Procesos de cremación:
Un horno de cremación es un horno industrial capaz de alcanzar altas temperaturas de aproximadamente 870 a 1200 °C, para asegurar la eficiente desintegración del cuerpo.
Los hornos crematorios están diseñados para quemar un solo cuerpo a la vez. Quemar más de un cuerpo simultáneamente es una práctica ilegal en muchos países.
En los crematorios se permite a los familiares ver la introducción del ataúd dentro del horno, sin embargo a pesar del respeto con el que el difunto es tratado, esto es fundamentalmente un proceso industrial.
Los crematorios tienen un tamaño estándar, un gran número de ciudades disponen de hornos de mayor dimensión capaces de manejar difuntos con una masa corporal de hasta mas de 200 kg.
Un cuerpo destinado a ser incinerado primero es colocado en un contenedor para cremación, el cual puede ser una caja de cartón corrugado o un ataúd de madera.
La mayoría de los fabricantes de ataúdes proporcionan una línea de ellos destinada especialmente a la cremación.
Algunas funerarias pueden ofrecer también alquiler de ataúdes tradicionales, usados sólo durante los servicios fúnebres, y después el cuerpo es transferido a otro contenedor destinado a la incineración.
Incineración y recolección de cenizas:
La caja que contiene el cuerpo es colocada en la retorta e incinerada a la temperatura de 760 a 1150 °C. Durante el proceso, una gran parte del cuerpo, especialmente los órganos y otros tejidos suaves son vaporizados y oxidados debido al calor, los gases son descargados en el sistema de escape.
El proceso completo toma al menos dos horas.
Todo lo que queda después de que la cremación son fragmentos secos de huesos, en su mayor parte fosfatos de calcio y minerales secundarios y las cenizas.
Debido a que el tamaño de los fragmentos de hueso secos están estrechamente conectados a la masa esquelética, su tamaño varia de persona a persona.
El cráneo de la persona conserva su forma y parte de su densidad.
La joyería, tal como relojes de pulsera, anillos y pendientes, son ordinariamente retirados del cuerpo y devueltos a los familiares. El único artículo no natural que requiere ser retirado previamente es el marcapasos, ya que éste podría estallar y dañar la retorta del horno.
Después de que la incineración del cadáver ha concluido, los fragmentos de hueso son retirados de la retorta, y el operador utiliza un pulverizador, llamado "cremulador" en donde los procesa hasta que adquieren la consistencia de granos de arena.
En cuanto al cráneo, en algunos casos como su dimensión no le permite pasar por el orificio del cremulador, es golpeado y aplastado con un instrumento similar a un rodillo, pero de mayor tamaño, el cual se desliza sobre el cráneo carbonizado hasta pulverizarlo y convertirlo también en cenizas, esta operación incluso ha sido filmada y exhibida en televisión.
No todo lo que queda es hueso, algunas veces se extrae joyería perdida, ornatos del ataúd, amalgamas dentales, e injertos quirúrgicos como prótesis de cadera en titanio, los cuales a la inspección son retirados para evitar algún daño al pulverizador.
Las cenizas son confinadas en una urna, o espolvoreadas en un sitio especial, una montaña, en el mar o sepultados en un camposanto.
Adicionalmente hay servicios especiales, los cuales se encargan de dispersar las cenizas en una variedad de formas y lugares, otras formas son el convertirlas en diamante, “diamantes sintéticos” puesto que las cenizas consisten principalmente en carbono.
También pueden mezclarse en una urna especial con cemento y formar parte de algún relieve.
La disposición final depende de la voluntad final del difunto, así como sus creencias religiosas.
Razones para elegir la cremación o incineración:
La cremación puede resultar más económica que los servicios de sepultura tradicionales, especialmente si se elige la cremación directa, en la cual el cuerpo es incinerado con la mayor brevedad según las disposiciones legales.
No obstante, el coste total variará en función del servicio deseado por el difunto y sus familiares.
La cremación hace posible esparcir las cenizas sobre un área determinada, eliminando la costosa necesidad de ocupar un espacio dentro de un sepulcro o cripta.
Un método alternativo aún no muy difundido es la promación, en la que en lugar de quemar el cuerpo, este es sometido a un enfriamiento extremo que cristaliza todos los tejidos y huesos, para luego convertirse en polvo.
Un certificado oficial de cremación debe de acompañar a los restos.